domingo, 16 de octubre de 2016

Sobre la creatividad (I)

Dedicamos el mes de septiembre a la creatividad.

Dra. Helena Trebbau
    Helena Trebbau, psiquiatra y psicoterapeuta, nos hizo llegar un texto del psicoanalista Donald Winnicott a propósito de su concepto de creatividad y su papel en la vida de las personas. Este texto ha servido como punto de inicio para preguntarnos ¿cómo casan el psicoanálisis relacional y las neurociencias? Un breve pero interesantísimo repaso histórico y biográfico nos ha llevado, desde la individualidad del modelo intrapsíquico freudiano hasta la eclosión de la vertiente más abierta al papel de los otros.

     Para Winnicott no hay desarrollo mental sin la presencia del otro, y en ese sentido la díada materno-filial va a ser de especial importancia. Es a través de las experiencias relacionales tempranas con esta figura materna que se creará el vínculo, así como los modelos de conductas de apego que seguirán resonando a lo largo del resto de la vida. Si la calidad de las relaciones tempranas es lo suficientemente buena, el individuo podrá adquirir una seguridad basal que le permitirá acceder al mundo de la fantasía, la imaginación y los juegos, pero con la capacidad de retornar cuando sea necesario, amoldándose al principio de realidad.

    La creatividad, según Winnicott, sería "el hacer que surge del ser". Es decir, una forma de actuar que permite desarrollar la potencialidad del individuo, dotándole de una cierta libertad y confiriéndole la particular sensación de "estar verdaderamente vivo". No hacerlo también nos permite vivir, pero de una manera más refleja, zarandeados por las circunstancias o los obstáculos.

Fuente: http://www.azquotes.com/
    Han ido surgiendo diferentes conceptos a medida que profundizábamos en el texto: el apego, la teoría de la mente y, cómo no, ¡nuestras queridas neuronas espejo!... De alguna manera, las intuiciones y desarrollos teóricos del psicoanálisis relacional habrían encontrado un importante asidero en el descubrimiento de Rizolatti. Por primera vez había una demostración fehaciente de que existen mecanismos destinados a la sincronización entre individuos. Si esta sincronización podía darse a nivel motor, parecería lógico pensar que algo similar ocurriría a nivel emocional, dando pie a nuestra capacidad de sentir con los demás (simpatía), comprender sus emociones (empatía) o teorizar acerca de lo que tienen en mente (teoría de la mente).


    Hemos concluido que la definición de Winnicott de la creatividad tiende un puente capital hacia las neurociencias: es la base segura construida a través de un "vínculo suficientemente bueno" lo que permite desarrollar esta potencialidad "que hace que valga la pena que la vida sea vivida". Ahora bien, su concepción puede pecar de difusa, y es hija sin duda de las teorizaciones en torno al eros/thanatos o pulsiones de vida y muerte, una de las cuales Winnicott rechazaba. No es un dato menor el que la madre del propio Winnicott hubiera padecido frecuentes episodios depresivos, de los que su hijo trató de rescartarla sin éxito siendo niño. Ser testigo de esa "muerte en vida" sin duda influiría en la fuerza con la que 2 años antes de fallecer él, Winnicott sentenciara que la creatividad era la respuesta, lo opuesto, o lo que podía echarse en falta más que cualquier pulsión de muerte.


    Hemos planteado que el concepto de creatividad actual está generalmente relacionado con mecanismos cognitivos, bien orientados a la resolución de problemas (pensamiento lateral o divergente), bien con el desempeño artístico (la búsqueda de la inspiración, de la creación original).

  Los buscadores tradicionales de la creatividad habrían sido, desde siempre, los artistas. En sus pesquisas nos habrían dejado un gran reguero de anécdotas personales, manías incorregibles, lemas y supersticiones. Posteriormente la psicología ha querido encontrar las fuentes de la creatividad diferenciando cómo piensan los niños y cómo lo hacen los adultos. Qué papel tiene la enfermedad mental. La eterna pregunta de si hay relación positiva entre genio y locura. La neurociencia hoy nos brinda modelos que tratan de desentrañar el papel de la red neural por defecto, por qué determinados elementos de "ruido mental" pueden llegar a actuar como facilitadores (un leve ruido continuo, música, ducharse, caminar...) Cómo se integra lo que vamos conociendo de las diferentes funciones mentales en lo que llamamos creatividad.

El paseo del filósofo, en la ciudad japonesa de Kyoto. Existe otro philosophenweg en la ciudad alemana de Heidelberg. Desde que existe la búsqueda de ideas muchos han sido los pensadores que han buscado la inspiración a lo largo de incesantes paseos. Los peripatéticos de Aristóteles, Immanuel Kant o David Hume, entre otros, nos recuerdan el efecto renovador que tiene una actividad aparentemente monótona sobre nuestras ideas.

    Cuando ya nos quedaba poco tiempo hemos reflexionado sobre las influencias sociales sobre lo que denominamos creatividad. ¿Puede permitirse la creatividad quien bastante tiene con sobrevivir en el día a día? La palabra creatividad (con sus connotaciones actualmente positivas) ¿hace siempre justicia a lo que contiene o podemos ser creativos de forma dolorosa y autodestructiva?

Otras preguntas quedaron en el tintero:

¿Somos creativos tan solo los humanos o pueden serlo también los demás animales?
¿Qué relación hay entre creatividad y la vivencia de la temporalidad?
¿Es posible que el valor creatividad se ensalce como parte de la actual fase de capitalismo de ficción, en que más que productos debemos producir y consumir ideas y servicios inmateriales?

Esperamos vuestras reflexiones y comentarios.

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